Las etiquetas nutricionales están en todos los productos, pero muchas veces parecen escritas en otro idioma. Entre porcentajes, gramos y nombres raros, terminamos ignorándolas o eligiendo por impulso. Aprender a leer una tabla nutricional no es solo para expertos: es una herramienta de poder para tu salud.

Cuando entendés qué dice realmente esa tabla, podés tomar decisiones más conscientes, elegir con criterio y evitar caer en la trampa de productos que parecen “saludables” pero no lo son.

Y lo mejor: no hace falta saber de nutrición avanzada. Solo tenés que mirar ciertos puntos clave.


🔍 ¿Qué mirar primero?

  • Tamaño de la porción: todo lo que se informa es por esa cantidad. A veces el envase parece individual, pero tiene varias porciones.
  • Calorías: no se trata de contar obsesivamente, pero sí de registrar si es acorde a lo que vas a consumir.
  • Azúcares: fijate los “azúcares totales” y compará con productos similares. Cuanto menos, mejor.
  • Sodio: muchas veces está escondido. Más de 400 mg por porción ya es considerado elevado.

⚠️ Ingredientes: la otra parte fundamental

  • Leé la lista de ingredientes: va de mayor a menor cantidad. Si el primer ingrediente es azúcar, ya sabés.
  • Cuanto más corta y entendible la lista, mejor. Evitá productos con nombres impronunciables o muchos aditivos (E-xxx, conservantes, colorantes).
  • Cuidado con los “engaños saludables”: integral no siempre es 100% integral, y “light” no significa saludable.

Elegir mejor empieza por saber lo que estás comiendo. Y aunque al principio puede llevar unos segundos más en el súper, con el tiempo se vuelve un hábito automático y empoderante.

Tu cuerpo merece información clara. Y vos, merecés elegir con conciencia.

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