Cuando me comparo, me pierdo. Es así de claro. Me olvido de todo lo que soy, de lo que logré, de lo que estoy construyendo con esfuerzo. Y sin darme cuenta, empiezo a mirar al costado, como si eso fuera más importante que lo que pasa dentro mío.

Me pasa seguido: veo a alguien “más productiva”, “más ordenada”, “más exitosa”, y me viene ese pensamiento de “yo debería estar ahí”. Pero cada vez entiendo un poco más que ese “debería” me saca del presente. De lo que sí soy. De lo que sí tengo. De lo que ya avancé, a mi manera.


🧭 Cosas que me sirven cuando me olvido de mí

  • Escribir cómo me siento. Aunque sea en una nota del celu. Ponerlo en palabras me ordena.
  • Volver a mi lista de logros, incluso los más chiquitos. Me recuerda que estoy haciendo mi parte.
  • Apagar un rato las redes. A veces lo que necesito no es más estímulo, sino más silencio.
  • Hablar con alguien que me conozca de verdad. Eso me ancla.

💬 Lo que me pregunto últimamente

¿Estoy comparándome o simplemente me estoy olvidando de quién soy?

Porque cuando vuelvo a mí, cambia todo. No necesito tener la vida resuelta para estar bien. Necesito estar en mi eje, en mi ritmo. Desde ahí, todo se acomoda distinto.

DATO MIC 💡
La comparación suele ser un reflejo de inseguridad momentánea, no de falta real. Reconectar con lo propio —con lo que a vos te importa— te ayuda a volver al eje y a cuidar tu salud mental día a día.